Por Mireya Díaz Cornejo
En la antigua Valladolid, hoy conocida como Morelia, se encuentra el Templo y el ex Convento de San Agustín, recinto que data del año 1550 y construido con influencias góticas, en su interior cuenta con una gran cantidad de obras de arte y diversas reliquias.
Además de ser un sitio histórico y de riqueza arquitectónica, también guarda entre sus paredes la leyenda de la Mano Negra, la cual que se ha mantenido viva por generaciones.
¡Aquí te la presentamos!
El padre Marocho, fue un fraile agustino reconocido por la comunidad michoacana debido a sus virtudes personales y habilidades en la pintura.
Cierta ocasión él visitó el Convento de San Agustín y se encontraba leyendo en su habitación, lo hacía bajo la luz de una vela.
En un punto de la madrugada, escuchó un sonido extraño a lado suyo, al girar la cabeza, vio unas manos negras, cuyos brazos se perdían en la penumbra, una de ellas apagó la veladora; el sacerdote lejos de alterarse habló con aquel ser que lo distrajo de su lectura y le dijo: “ahora, para evitar travesuras peores, con una mano me tiene usted que colocar en alto la vela para seguir leyendo y con la otra, me hace sombra a guisa de velador, a fin de que no me lastime la luz”.
Las manos obedecieron las indicaciones del padre Marocho, y una de ellas tomó la vela y la otra le hizo sombra para que la luz no le afectara, así continuaron hasta que el sol salió, al ya no ser necesaria la luz de la vela el sacerdote pidió a las manos: “apague usted la vela y retírese. Si necesito de nuevo sus servicios, yo le llamaré”; y al igual que la primera vez, las manos acataron la orden y desaparecieron.
El padre se quedó aún varios días más en el Convento de San Agustín, y estableció mayor comunicación con las manos; por las noches le ayudaban a leer y por las tardes le pasaban pinceles para pintar cuadros con los increíbles paisajes de la ciudad de Morelia.
Una noche antes de que el sacerdote partiera del convento, vio nuevamente a las misteriosas manos negras, éstas le señalaban insistentemente una parte específica de su celda. El padre, aunque estaba extrañado por este hecho, no se sintió tentado por ver lo que quería darle aquel ente, pues no ambicionaba riquezas ni tesoros, así que hizo caso omiso de esto, durmió y al día siguiente salió hacia su lugar de origen. Sin embargo, registró este hecho en documentos del Convento de San Agustín.
Muchos años después un novicio de la orden de San Agustín leyó esta historia, escrita en papeles antiguos del convento, al mirar con cuidado se dio cuenta de que era la misma celda en la que él dormía, así que fue a su habitación, buscó en el lugar que la mano negra había señalado y ahí encontró un gran tesoro…
Actualmente el Templo de San Agustín sigue en funciones y se ubica en la calle García Obeso número162, en el Centro Histórico de Morelia. Sin duda este lugar es uno de los atractivos que se debe conocer para saber más sobre la historia del destino.
Además, la Pinacoteca del ex convento es todo un deleite visual para sus visitantes, ésta se encuentra dentro de una capilla lateral, y cuenta con oleos de personajes ilustres de la época de la Nueva España pintados por Javier Tapia.
Más información:
www.venamorelia.com.